Primer Militarismo
El
primer militarismo es la etapa en la cual se sucedieron numerosos militares en
el poder, mayormente caudillos de la independencia del Perú.
La independencia y el establecimiento de la república habían mermado considerablemente los privilegios de los que habían gozado ciertos grupos, con los hacendados y mineros criollos, durante la colonia. Así el nuevo Estado pasó a ser un botín por el que pugnaban distintas facciones que buscaban el poder político y el poder económico de sus propios grupos. Además el abismo cultural que separaba a los sectores populares de los intelectuales y profesionales le quitó solidez a estos grupos para conformar una alternativa de poder.
La independencia y el establecimiento de la república habían mermado considerablemente los privilegios de los que habían gozado ciertos grupos, con los hacendados y mineros criollos, durante la colonia. Así el nuevo Estado pasó a ser un botín por el que pugnaban distintas facciones que buscaban el poder político y el poder económico de sus propios grupos. Además el abismo cultural que separaba a los sectores populares de los intelectuales y profesionales le quitó solidez a estos grupos para conformar una alternativa de poder.
Los caudillos en el primer militarismo
Los obstáculos
impuestos para los legisladores a la democratización de la sociedad, restaron
fuerza a las instituciones civiles, lo que fue aprovechado por los militares
sobrevivientes de las guerras independentistas, quienes dominaron la escena
política iniciando el primer militarismo en el Perú. Su presencia además, se
hizo necesaria para resolver las tensiones fronterizas con Bolivia, la Gran
Colombia y Chile.
Los caudillo actuaban con el apoyo de un ejercito no profesional y representaba los intereses de grupos determinados, a los que daba protección y una vez en el poder, favores a cambio de su apoyo. De ahí que entre 1821 y 1845, hubo 53 gobiernos, se reunieron diez congresos y se promulgaron seis constituciones. Esto impidió la integración de la población peruana y obstaculizó la formación de un Estado-nación. Los caudillos no tuvieron una ideología única; podían ser desde conservadores y autoritarios, hasta románticos y chauvinistas.
Los caudillo actuaban con el apoyo de un ejercito no profesional y representaba los intereses de grupos determinados, a los que daba protección y una vez en el poder, favores a cambio de su apoyo. De ahí que entre 1821 y 1845, hubo 53 gobiernos, se reunieron diez congresos y se promulgaron seis constituciones. Esto impidió la integración de la población peruana y obstaculizó la formación de un Estado-nación. Los caudillos no tuvieron una ideología única; podían ser desde conservadores y autoritarios, hasta románticos y chauvinistas.
La situación de la Iglesia
Esta fue la única institución colonial que continuó
extendiéndose en la etapa republicana, y sus papel fue dar estabilidad social
al nuevo contexto histórico del primer militarismo en el Perú. Se produjo una
carencia de obispos, pues los que ocuparon estos cargos, al ser españoles,
retornaron a España. El gobierno peruano no pudo nombrar a otros en su
reemplazo hasta que la Santa Sede reconoció el derecho de la nueva república a
designar sus autoridades eclesiásticas a mediados del siglo XIX. En la segunda
mitad del siglo llegaron nuevas congregaciones desde Europa, las hermanas de
los Sagrados Corazones y los salesianos, entre otras, que fundaron varios
colegios. A pesar de todo, la Iglesia siguió teniendo una gran aceptación.
Obispos como el de Arequipa. Jose Sebastián Goyoneche hicieron frente a la
crisis de la Iglesia durante los primeros años.
Indígenas y esclavos
El
establecimiento de la república no cambio mucho la situación de los indígenas.
Por ejemplo, continuaron obligados a dar el servicio personal y el tributo,
ahora llamado contribución.
Los indígenas eran ciudadanos solo en teoría. Por su parte, los liberales
consideraban que la autonomía e identidad comunal de los indígenas era un
obstáculo para constitución de una nueva nación. Quisieron obligarlos a
integrarse al país mediante la participación económica, pero sin ninguna clase
de orientación o apoyo del Estado, quedaron a merced de los hacendados. Muchas
comunidades campesinas se desintegraron. La situación de los esclavos no cambió
realmente hasta su libertad llegó en 1854. Los hacendados seguían dependiendo
de la mano de obra de los esclavos negros, pero el costo de mantenerlos fue
cada vez mayor. Durante las guerras libertarias algunos esclavos habían
aprovechado la situación para escapar de sus dueños, pero otros fueron
reclutados de manera forzada para algunos de los bandos.
La vida política durante el primero militarismo
En 1827 el Consejo de Gobierno encomendado por
Bolivar a Santa Cruz convocó a elecciones para el segundo congreso peruano. Una
vez instalado bajo la presidencia de Francisco Javier de Luna Pizarro se
convocó a elecciones, en las cuales triunfó Jose de la Mar. El nuevo gobierno
intentó solucionar la crisis económica del país con una serie de medidas proteccionistas
para la industria nacional; sin embargo, estas no tuvieron éxito. Con una
promulgación de la Constitución de 1828, el poder del Ejecutivo quedo
subordinado al Legislativo, lo que representó un problema para la Mar. Como
consecuencia de la intervención de Agustín Gamarra en Bolivia, se depuso a
Sucre del gobierno boliviano; esto produjo la reacción de Bolivar desde la Gran
Colombia. A pesar de las negociaciones con La Mar para resolver las exigencias
del pago por los servicios de la Corriente Libertadora del Norte y los
problemas limítrofes que Bolivar reclamaba, este declaró la guerra al Perú. Los
resultados de los enfrentamientos con la Gran Colombia no fueron favorables
para el Perú. En ese contexto, Agustín Gamarra destituyó y desterró a La Mar. El
congreso convocó a elecciones y en agosto de 1829 resulto elegido Agustín
Gamarra.
Cambios en el poder
En 1833, después
de los conflictos entre el Congreso y Gamarra, y del intento de golpe de 1831
encabezado por el vicepresidente Gutierrez de la Fuente (que fue controlado
gracias a la intervención de Francisca Zubiaga, esposa de Gamarra) se convocó a
una Convención Nacional con el objetivo de aprobar algunas reformas
constitucionales.
Coincidiendo con el fin del periodo del gobierno de Gamarra, la Convención eligió a Luis Jose de Orbegoso como nuevo presidente. A pesar del respaldo con el que contó Orbegoso, no pudo impedir los levantamientos de los caudillos militares, entre ellos Gamarra. La tranquilidad que le dio el acuerdo con las facciones militares después del llamado abrazo de Maquinhuayo, no duró mucho. Estando en Arequipa, donde tuvo un gran apoyo popular, en 1835 se produjo en Lima la sublevación del joven general Felipe Santiago Salaverry, quien se proclamó Jefe Supremo del Perú. El gobierno de Salaverry duró apenas 11 meses.
Coincidiendo con el fin del periodo del gobierno de Gamarra, la Convención eligió a Luis Jose de Orbegoso como nuevo presidente. A pesar del respaldo con el que contó Orbegoso, no pudo impedir los levantamientos de los caudillos militares, entre ellos Gamarra. La tranquilidad que le dio el acuerdo con las facciones militares después del llamado abrazo de Maquinhuayo, no duró mucho. Estando en Arequipa, donde tuvo un gran apoyo popular, en 1835 se produjo en Lima la sublevación del joven general Felipe Santiago Salaverry, quien se proclamó Jefe Supremo del Perú. El gobierno de Salaverry duró apenas 11 meses.
La economía en el primer militarismo
La independencia no trajo el auge comercial
esperado por los liberales. Al contrario, se registró un descenso en la
producción, se redujeron los mercados tradicionales para los productos
agrícolas y mineros, y el crédito se tornó escaso y costoso. Los hacendados
perdieron privilegios y parte de sus campos de cultivo fueron destruidos
durante las guerras de independentistas, escaseó la mano de obra, hubo una fuga
de capitales por el éxodo masivo de españoles, y cada vez era menos los
mercados para sus productos.
La economía del sur
La situación económica de Arequipa y el sur andino
fue muy distinta al del resto del país. En esta región se estableció una
economía próspera gracias a la venta de lana de oveja y camélidos, a su ingreso
en el mercado británico y la explotación de la mano de obra indígena. Esto
permitió a la élite arequipeña una gran capacidad económica y política.